
En los últimos años, la erosión de la cordillera que rodea La Paz se ha acelerado debido a los efectos del cambio climático. Hace un mes, un alud de lodo sepultó un barrio entero y mató a una niña. Esto ha creado un conflicto entre los chamanes y el gobierno de Bolivia, que ha ordenado la evacuación de la zona.
“La pendiente se está desgastando”, dijo Gabriel Pari, secretario de agua y saneamiento del municipio de El Alto, donde se ubican las chozas. Pero, agregó, los chamanes insisten en que “realizan rituales para evitar que esto suceda y se niegan a irse. La zona es de alto riesgo. Dicen que llevan aquí más de 60 años y no ha pasado nada”.
El sitio no es una formación rocosa sino un suelo arenoso y arcilloso, según estudios geológicos.
La zona ha sido sagrada para el pueblo indígena aymara desde tiempos prehispánicos. Durante la época colonial, los chamanes realizaban rituales en esta cima antes de ingresar a la ciudad con su caravana de llamas que transportaba productos agrícolas.
Pari dijo que las chozas funcionan como lugar de trabajo para los chamanes, quienes no viven allí pero a menudo pasan la noche en las pequeñas estructuras.
Un cartel en la puerta de la choza de Tiburcio Condori detalla los servicios que ofrece: ve el futuro en las hojas de coca y en las cartas de juego. También cura enfermedades y dolores, hace ofrendas para el éxito en los negocios y la salud, y limpia la energía para sanar el cuerpo y el espíritu. Afuera arde una hoguera. El aire huele a incienso.
“Esta es tierra firme, no se va a caer. Eso nos dice la hoja de coca y la Pachamama”, dijo Condori, quien ha trabajado como chamán y guía espiritual por más de 20 años, utilizando la palabra que los indígenas usan para referirse a la Madre Tierra.
Condori no tiene planes de evacuar la zona, como tampoco lo tiene Ana Chinahuanca. Ella está entre los 100 chamanes que trabajan en el acantilado y cobran alrededor de 2 dólares por leer la suerte en hojas de coca y hasta 15 dólares por realizar limpiezas energéticas.
“Están dando información errónea”, dijo Chinahuanca sobre las advertencias de peligro. “Este lugar es seguro”.
Por CARLOS VALDEZ
(Foto AP/Gaston Brito)