La chica, que fue llevada a un prostíbulo cuando tenía 13 años, tiene ahora un hijo de nueve, también liberado. La policía ha trasladado a ambos a Mar del Plata, donde se reencontraron con sus familiares.
Una mujer argentina que había sido víctima de trata de personas y llevada a Bolivia hace 32 años fue rescatada ayer junto a su hijo menor de edad tras una actuación conjunta de las fuerzas de seguridad de ambos países.
La Gendarmería argentina informó el día de Navidad en un comunicado que recibieron en 2014 una orden judicial para investigar el caso, y en los primeros meses de este año pudieron averiguar que la mujer, originaria de Mar del Plata (en la costa de Buenos Aires), se hallaba en la localidad boliviana de Bermejo, limítrofe con la provincia argentina de Salta.
La mujer había sido llevada allí cuando tenía 13 años (hoy tiene 45) por una red de trata de personas, explicaron desde la Gendarmería. Tras coordinarse con la Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen de la Policía boliviana, se logró dar con el paradero de la mujer y de su hijo de nueve, a los que se contactó con el objetivo de trasladarlos hacia Argentina.
La madre y el niño fueron entregadas en un primer momento a las autoridades de la Oficina de Rescate y Asistencia a las Victimas del Delito de Trata de Personas en la ciudad de Salta, y finalmente viajaron a Mar del Plata, donde se reencontraron con sus familiares.
La trata de personas es el tercer delito que más dinero mueve a nivel mundial, 32.000 millones anuales, disputándose las cifras con el tráfico de armas, en segundo puesto. En Argentina, desde el año 2008 han sido rescatadas casi 12.000 víctimas de trata con fines de explotación sexual, según el Programa nacional de rescate y acompañamiento a personas en situación de explotación del Ministerio de Justicia. Eran explotadas en prostíbulos disfrazados de whiskerías, bares, boliches, casas de tolerancia y clubes que funcionaban con connivencia estatal. Los municipios facilitaban la habilitación para su funcionamiento y las chicas explotadas tenían libretas sanitarias donde figuran como alternadoras, eufemismo que se utiliza para darle una nominación legal a la mujer explotada sexualmente.