OfrecenLONDRES (AP) — Restaurantes, aplicaciones de servicio de transporte y servicios de entrega de alimentos están respaldado la campaña de vacunación contra COVID-19 de Gran Bretaña, ofreciendo descuentos e incluso pedazos de pizza gratis para persuadir a los jóvenes para que se vacunen.
El programa, anunciado el domingo por el Departamento de Salud y Asistencia Social, está diseñado para impulsar la tasa de vacunación entre los adultos menores de 30 años en momentos en los que Gran Bretaña se apresura para vacunar a la mayor cantidad de personas posible antes de que empiece el clima frío.
Aunque más del 90% de adultos de Gran Bretaña han recibido al menos una dosis de la vacuna, la tasa de vacunación en personas de 18 a 30 años es del 60%, de acuerdo con estadísticas del gobierno.
Mientras agradecía a los negocios por ayudar, el secretario de Salud, Sajid Javid, pidió a la gente que “aproveche los descuentos”. Uber, Bolt, Deliveroo y Pizza Pilgrims están entre las empresas que ofrecieron incentivos.
“Las vacunas salvavidas no sólo los protegen a ustedes, a sus seres queridos y a su comunidad, sino que contribuyen a que volvamos a estar unidos al permitirles volver a hacer las cosas que extrañaban”, comentó.
Gran Bretaña no es el único país que trata de persuadir a los reacios a vacunarse. Esta semana, el presidente estadounidense Joe Biden pidió a los gobiernos estatales y locales que siguieran los pasos de Nueva York y Minnesota en torno a ofrecer 100 dólares para los que se vacunen, esperando que un incentivo financiero motive a los indecisos a inocularse mientras la variante delta altamente contagiosa arrasa con varias zonas del país.
Gran Bretaña busca aumentar su tasa de vacunación en medio de un repunte de casos y en momentos en los que el gobierno busca reactivar por completo las actividades económicas y sociales.
NecocliNECOCLÍ, Colombia (AP) — Con una maleta en los hombros y sudando por el inclemente sol, Esteban Martínez, un cubano de 58 años, aguardaba su turno para subir a una pequeña lancha por la que pagó un boleto de 50 dólares. Más de 10.000 personas esperan la misma oportunidad para partir desde Necoclí, un pueblo costero del caribe colombiano, hacia el inicio del camino por la selva del Tapón del Darién, en la frontera con Panamá. Su destino final es Estados Unidos.
Los lugareños no habían visto en Necoclí tal cantidad de migrantes. Se trata de un pueblo turístico y pesquero en el que resaltan unos cuantos edificios de apenas tres pisos, que suelen ser hoteles. La alcaldía local declaró estado de “calamidad pública” por la escasez de agua como consecuencia de la alta demanda en el servicio por parte de los lugareños, visitantes y la población migrante.
El inusual flujo de migrantes en Necoclí ha hecho que las autoridades colombianas pongan sus ojos en la población. El defensor del pueblo, Carlos Camargo, visitó el jueves el muelle en el que salen las embarcaciones para verificar la situación humanitaria de los migrantes que calcula en 15.000 personas.
“Hago un llamado a mis pares en distintos países para que adelantemos acciones conjuntas que nos permitan enfrentar el problema”, dijo a The Associated Press.
Las autoridades coinciden en que hay problemas en el transporte y un aumento en el flujo de migrantes: son más las personas que llegan, 1.500 cada día, que las que se van, un promedio de 750. Para explicar el fenómeno, el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, dijo el miércoles a la prensa que se debe a “decisiones de comunidades de bloquear el transporte al interior del Golfo de Urabá (donde se encuentra Necoclí)”, sin especificar las razones de tales decisiones.

ColombiaNECOCLÍ, Colombia (AP) — Un pequeño pueblo colombiano a orillas del mar Caribe llamado Necoclí vive la mayor crisis migratoria de los últimos años: más de 10.000 migrantes del Caribe y África están varados en sus calles esperando para embarcarse en una lancha, adentrarse a la hostil selva del Tapón del Darién en la frontera con Panamá y finalmente intentar llegar a Estados Unidos.
Muchos de ellos, con niños en brazos, esperaban el miércoles un turno para comprar por 50 dólares los escasos boletos en las embarcaciones —propiedad de una sola empresa de turismo-- que los llevarían hasta Capurganá, un corregimiento (división administrativa) de Acandí, el pueblo donde inicia la travesía por el Tapón del Darién. Sólo 750 personas lograron embarcar.
La situación en Necoclí —ubicado en Antioquia, en el noroeste del país— se empezó a salir de control desde hace semanas. Primero se acumularon cientos de migrantes y luego fueron miles. Las autoridades han dado varias explicaciones. La Defensoría del Pueblo dijo el martes en un comunicado que las lanchas no han podido salir “debido a factores climáticos”, sin especificar cuáles, lo que ha ocasionado represamientos.
Por su parte, César Zúñiga, director de la Unidad de Gestión del Riesgo y Desastres de Necoclí, le dijo a la AP que en las últimas seis semanas el número de migrantes que ha llegado al pueblo ha sido mayor que el que ha seguido su tránsito.
“Se nos han estado acumulando personas debido a la incapacidad logística y operativa de la empresa transportadora, ya que ellos solamente pueden transportar alrededor de 750 personas diarias, pero en la noche nos llegan alrededor de 1.000 o 1.300... Además, ellos no operan los fines de semana, lo que también nos aumenta el número de migrantes”, agregó.

LeoplodoMISIÓN SAN FRANCISCO DE ASÍS, Honduras (AP) — Primero llegó el huracán Eta. Luego, el huracán Iota.
En tres semanas, La Reina, una aldea en las montañas del occidente de Honduras, soportó dos diluvios de proporciones bíblicas.
Durante los cuatro días que Iota martilleó la comunidad, sus habitantes no dejaron de vigilar la ladera que se erguía amenazante sobre las 300 casas. Buscaban señales que indicaran el momento de huir. Algunos lo hicieron apenas cesó la lluvia y comenzó a agrietarse el suelo. Iván Varela resistió todo lo que pudo tratando de proteger las siete casas construidas junto a sus hermanos con el dinero ganado en Estados Unidos.
Aquella última noche, mientras sus padres rezaban el rosario, Varela tuvo que disparar al aire para advertir a quienes comenzaban a saquear las casas de quienes ya habían evacuado la aldea. Cuando notó que la tierra temblaba y bajo sus pies manaba el agua, llamó a su hermano en Florida.
- “Se va la aldea, René. Lo perdemos todo”.
- “Lo material se trabaja de nuevo, lo importante es que se salven, váyanse de ahí”.
Esta historia es parte de una serie, Después del Diluvio, producida con apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting.
Varela escondió sus herramientas de trabajo con la esperanza de poder recuperarlas algún día. Soltó a las gallinas y al perro y se sumó al éxodo de La Reina.

BangladeshDACA, Bangladesh (AP) — Los campamentos de refugiados rohinya en el sur de Bangladesh han sufrido varios días de fuertes lluvias, que destruyeron viviendas y obligaron a miles de personas a buscar cobijo con familiares lejanos o en albergues comunales.
Sólo en las 24 horas antes del miércoles cayeron más de 30 centímetros (11,8 pulgadas) de agua sobre los campamentos del distrito de Cox’s Bazar, donde viven más de 800.000 rohinyas, según la agencia de refugiados de Naciones Unidas. Eso es casi la lluvia media de todo julio en un solo día, y se esperaban más aguaceros en los próximos días. A la temporada del monzón le quedaban aún tres meses más.
“La situación se ve agravada por la pandemia del COVID-19. En este momento hay un estricto confinamiento nacional en respuesta al aumento de los casos en todo el país”, dijo la agencia.
La organización lamentó la muerte de seis personas en los campamentos esta semana, cinco en un alud de tierra provocado por la lluvia y un niño que se vio arrastrado por las crecidas.
Más de 12.000 refugiados se vieron afectados por las fuertes lluvias y se estimaba que 2.500 alojamientos resultaron dañados o destruidos, según los reportes iniciales del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Más de 5.000 refugiados han sido reubicados de forma temporal en las chozas de otros familiares o en instalaciones comunales, indicó la agencia en un comunicado.
Los refugiados dijeron que estaban teniendo problemas para comer o beber de forma adecuada.
“Debido a las lluvias constantes de los últimos cuatro días, hoy mi casa está llena de agua”, dijo Khatija Begum, que tiene cinco hijos. “Ni siquiera podemos comer”. Begum dijo temer que sus hijos se ahogaran y murieran mientras dormían.

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