CIUDAD DE MÉXICO (AP) — El Día de Muertos en México huele a flores de cempasúchil e incienso de copal. Tiene un sabor dulce. Abundan los sonidos y los colores. Hay fotos, velas y música por todas partes. Las manos de los artesanos preparan los altares para honrar a sus antepasados.
Aunque es una tradición intangible, descendiente de las culturas prehispánicas, el Día de Muertos también es una celebración para todos los sentidos, aunque uno de ellos te falle. Gerardo Ramírez, que con los años se vuelve casi ciego, lo resume todo en una sola línea: “Honras a las personas, te conectas con el pasado”.
EL OLOR QUE TE GUÍA DESDE EL INFRAMUNDO
Juntos, dos olores muestran a las almas muertas la salida del inframundo: el cempasúchil, un tipo de caléndula cuyo nombre significa “flor de 20 pétalos en lengua náhuatl”, y la resina de un árbol llamado copal quemado en los altares.
La especie nativa de cempasúchil huele tan fuerte que casi se puede oír, dijo Verenice Arenazas, una joven que cambió su trabajo de recursos humanos por el tradicional campo de flores de su familia. “Apenas lo mueves te dice 'aquí estoy, mírame'”, dijo.
Este año su familia produjo 17.000 plantas de cempasúchil en Xochimilco, el famoso distrito sur de la Ciudad de México, atravesado por un canal. La familia Arenazas cultiva dos tipos de cempasúchil: los que se cultivan seleccionando semillas de las flores de olor más potente y los que están modificados genéticamente. Ambos están casi agotados, dijo con una sonrisa.
Arenazas dice que las flores huelen a “trabajo dulce, fresco y honesto” de agricultores como ella que dedican interminables días a cuidar las flores. También huelen a “orgullo mexicano”, dijo.
COMIDA PARA LOS MUERTOS
En los altares tradicionales que honran a los muertos, la comida es un símbolo de la Madre Tierra. Incluso el pan más dulce, aromatizado con azahar, tiene orígenes grizzly. Según investigadores de la Escuela Mexicana de Gastronomía, la masa se preparaba mezclando miel y sangre humana como ofrenda a los dioses.
Otros historiadores creen que los colonizadores españoles, asustados por los sacrificios humanos en México, crearon un pan, lo bañaron en azúcar y lo pintaron de rojo, para simbolizar un corazón.
Hoy en día hay un lugar especial en los altares para la comida y bebida favorita del difunto. “La ofrenda pierde sabor”, explicó Ramírez, “porque los muertos en realidad regresan; lo que comen es la esencia”.
Ramírez explicó la comunión entre vivos y muertos recordando una anécdota que lo marcó cuando era niño. Cuando murió su tío, la familia colocó su cuerpo sobre la mesa del comedor hasta que llegó el ataúd. Luego se sentaron todos a comer allí.
LAS MANOS CREATIVAS PREPARANDO EL ALTAR
Preparar un altar es un gran placer para muchos mexicanos. “Sentir la suavidad de las flores, donde pones la comida, todas las texturas”, dijo Ramírez. “Es una explosión de sensaciones”.
Los altares acogen todo tipo de artesanías, desde esqueletos de papel maché hasta alebrijes (figuras de animales imaginarios), pero el “papel picado” (hojas muy finas de papel recortado de colores) es esencial. Hay lugares donde todavía se elabora papel picado con martillo y cincel, como en el taller de Yuriria Torres, ubicado al sur de la Ciudad de México.
“Es como esculpir” una obra de arte, dice Torres, quien todavía hace todo el proceso a mano, evitando plantillas o cortadoras láser.
Algunas personas relacionan el arte de Torres con las láminas de corteza del árbol de amate utilizadas por las comunidades prehispánicas como papel, aunque el precursor indígena no estaba teñido. Otros dicen que los cuidados esquejes se originaron en China y fueron traídos a México por los españoles.
De cualquier manera, los investigadores coinciden en que simboliza la unión entre la vida y la muerte. Quizás por eso las escenas que representa Torres son calaveras o esqueletos bailando o comiendo.
MÚSICA SOBRE LAS TUMBAS
Mientras que algunos mexicanos mayores recuerdan haber escuchado sólo el murmullo de las oraciones que caracterizan el Día de los Muertos, hoy en día se puede escuchar música de mariachi sobre las tumbas decoradas de muchos cementerios.
José García, un lustrabotas de 60 años de San Antonio Pueblo Nuevo, un municipio a 140 kilómetros (90 millas) al oeste de la Ciudad de México, dijo que la gente con dinero llevaría un grupo de músicos al cementerio para brindar con sus seres queridos fallecidos. y escuchar sus canciones favoritas.
Pero, añade, no es necesario tener dinero para disfrutar de la música. Algunas personas simplemente traen “sus grabaciones o sus instrumentos de viento”, dijo.
FOTOS DE LOS FALLECIDOS
El Día de Muertos es uno de los grandes espectáculos visuales de México y una celebración del sincretismo cultural. Al mismo tiempo, su propósito fundamental es recordar a aquellos que han muerto para que sus almas no desaparezcan para siempre.
Las fotografías de los seres queridos fallecidos ocupan el lugar más importante del altar. Los colores lo llenan todo. El naranja brillante del cempasúchil, el negro del inframundo, el morado de la fe católica, el rojo para los guerreros y el blanco para los niños.
La memoria no es sólo individual, sino colectiva.
Algunos altares más políticos en la principal universidad pública del país, la Universidad Nacional Autónoma de México, recordaron a los estudiantes asesinados y a los palestinos muertos en la guerra entre Israel y Hamás. En otros lugares la conmemoración es institucional, como la ofrenda en el Zócalo capitalino en honor del revolucionario Pancho Villa en el centenario de su muerte.
Más allá del espectáculo visual, lo importante es “meterse” en la oferta, conectar con el pasado e ir más allá de los sentidos, insiste Ramírez. “No es algo que te expliquen”, afirma. "Desde el momento en que naces y experimentas la celebración, está en tu ADN".
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POR MARÍA VERZA Y FERNANDA PESCE
(Foto AP/Marco Ugarte)